martes, febrero 19, 2008

El Palo de Tamarindo

La tarde cae y yo lentamente caigo con ella, en mi mente solo sobrevive el recuerdo del árbol de mi infancia, una gran presencia que permanece intacto desde tiempo atrás a que mi abuelo comprara ese pedazo de tierra que vino a ser el centro de una familia que venia desde San Jacinto. Con la pena acuestas de la perdida de la primogénita; Santa Marta era el nuevo comenzar, la esperanza de tener un buen trabajo y un mejor bienestar como casi todas las migraciones que van en busca de un mejor futuro, Juan Francisco Fernández Estrada era un hombre recio de baja estatura, de pelo lizo y escaso, de tez blanca curtida por el sol. Un hombre crecido en el campo, con un gran gusto por la lectura, que aprendió a leer y a escribir por su propia cuenta. Un hombre sabio que conozco por los recuerdos alojados en la mente de mi abuela y sus hijos. Y aunque ya no esté, su presencia está en ese árbol o como dicen allá "el palo de tamarindo" ya que al rededor de él se ha tejido la historia de nuestra familia.
...cuando no pasa nada y todo me agovia, hago un viaje mental hacia el palo de tamarindo y me siento debajo de sus ramas para cobijarme en su sombra.
PDT: la foto es la sombra del palo sobre la pared del comedor de la casa de mi abuela.

3 comentarios:

Eu dijo...

ola gostei do teu blog kando poderes passa pelo meu obrigado

VICA dijo...

Divina esa foto. Me encantó la añoranza del relato...
Bienvenida de nuevo, me alegra que escribas.

Dr. Aberrado dijo...

y que me dices del dulce sabor de nuestros tamarindos maduros en vacaciones, y echarse un motoso mientras las hojitas te van cubriendo.